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Norma y variación lingüística en el español actual

by on febrero 12, 2015

En un mundo tan avanzado y moderno como el del siglo XXI, en un mundo que conoce no solo la globalización, sino también avances increíbles en la ciencia, en la tecnología y en los medios de comunicación, en una época donde todo está al alcance de un botón, no podemos evitar preguntarnos: ¿cuáles serían los efectos de estos desarrollos en las relaciones interhumanas, en las lenguas y en la variación de estos idiomas?

Para poder encontrar una respuesta a esta pregunta, primero hay que aclarar el concepto de la variación lingüística. La variación supone la existencia de diferencias entre idiomas distintos o, dentro del mismo idioma, supone la existencia de variantes. ¿Os acordáis de las clases de matemáticas donde había ciertas variables en una ecuación y cada variable podía tener varios valores? ¡Pues eso también pasa en cualquier idioma! Una variable (una palabra, una forma verbal, cualquier elemento lingüístico) puede variar, es decir, puede tener un cierto número de variantes. Luego, los hablantes de un idioma escogen una de estas variantes al expresar un concepto.

Los seres humanos tienen la necesidad de establecer y mantener relaciones sociales con los demás. Desde la infancia, a través de estos contactos sociales, una persona desarrolla su personalidad, su modo de ser, de pensar, y de actuar. En otras palabras, el lenguaje (tanto verbal como no verbal) es el elemento clave para nuestra formación como seres humanos. Mejor dicho, nuestra sociedad no podría sobrevivir sin el uso del lenguaje. Pero para una persona que vive en el siglo XXI, a la que le resulta muy fácil viajar, conocer otras culturas y relacionarse con otra gente, esto significa no solo el uso de un idioma, sino el uso de varios, o hasta el uso de diferentes variantes del mismo idioma, según los guiones considerados adecuados para la situación de habla en la que se encuentra (registro formal e informal, variantes dialectales, etc.).

El español es el segundo idioma más hablado en el mundo, extendido por todo el planeta. Y, como ya se pueden imaginar, al hablar de un idioma tan extenso como este, es natural que haya diferencias entre las variedades del español usadas en cada país. O sea, la misma cosa a menudo se expresa de manera distinta en el norte de España, en Argentina o en Puerto Rico. Es decir, como muchos otros idiomas, el español tiene varias normas lingüísticas (es decir, el conjunto de los rasgos lingüísticos considerados correctos en un idioma, y el uso recomendado y deseable de la lengua estándar). Podemos hablar sobre las normas peninsulares y varias normas latinoamericanas que se oponen a las del español peninsular. También, como muchos otros idiomas, el español tiene variaciones diatópicas o geográficas, diastráticas o sociales, y diafásicas o contextuales.

Para que se entienda mejor, imaginémonos que estamos de viaje y queremos escribirles a nuestros amigos para contarles lo que nos ha pasado durante los últimos días. ¿Qué les enviamos? ¿Un e-mail o un correo electrónico? Es más, ¿qué usamos para escribir ese mensaje: una computadora o un ordenador? ¿Un mouse o un ratón? Supongamos que después de enviar el mensaje queremos alquilar un vehículo. ¿Qué alquilamos: un carro o un coche? La respuesta es muy simple: depende de la zona. También puede haber este tipo de diferencias dentro del mismo país (véanse las Islas Canarias, territorio que también pertenece a España, donde se usa la misma palabra que en Latinoamérica: “papa”, para lo que se llama “patata” en la parte continental de España).

¿Pero será que una palabra es correcta y la segunda no? ¿O será que ambas variantes son correctas en su propio contexto de habla? Por ejemplo, en el lenguaje coloquial de España, si queremos decir que algo es muy bueno, usamos la expresión “de puta madre”. Pero si nos encontramos en Perú, la expresión equivalente sería “de la pitri mitri”. Las cosas se complican aún más cuando nos damos cuenta de que la variación puede aparecer no solo en el léxico, sino también en la gramática: por ejemplo, en España se pueden usar varios tiempos verbales para expresar el pasado, incluyendo el presente perfecto (he hecho, has hablado). Sin embargo, en las Islas Canarias, esta forma verbal no se utiliza y se prefiere el uso del pretérito indefinido (hice, hablaste). Entonces, ¿cómo nos damos cuenta del contexto favorable para el uso de una variante u otra? ¿Cuál es el primer instrumento que usamos? El diccionario, ¡por supuesto! (O algún guía de conversación, algún libro para aprender español u otra cosa similar). Pero ahora viene la pregunta: ¿qué hace un diccionario? (o un libro de gramática, o lo que sea). ¿Será que nos impone el modo correcto de hablar, o describe el habla real de la gente?

Como ya es sabido, hay una diferencia entre lo que llamamos la “norma lingüística” (el modo correcto de hablar, el modelo de corrección de un idioma) y el uso real de la lengua. Nadie es un diccionario ambulante, nadie conoce todas las palabras que hay en su lengua materna, y todos cometemos errores de vez en cuando. Ahora bien, algunos cometen más errores que otros, y en este caso diríamos que su idiolecto (es decir, su propia forma de hablar, la forma en que esa persona se expresa) se aleja más de la norma estándar. De hecho, puede ser que, para algunos, la norma lingüística o la lengua estándar sea algo abstracto, más parecido a un ideal que a una realidad.

Pero, de todos modos, que en la mente de cualquier hablante nativo hay una distinción muy clara entre el modo correcto e incorrecto de hablar es algo evidente. Nadie puede negar que, hasta cierto punto, se necesita un tipo de estandarización para una mejor y más equilibrada difusión de la lengua y de la información, pero, al mismo tiempo, hay que preguntarnos si la imposición de esta lengua estándar influye en la aceptación y en la supervivencia de normas regionales con sus propios particularismos. Es más, ¿será que la estandarización trae consigo una tendencia hacia la invariabilidad? Y, si es así, entonces ¿en qué situaciones podríamos hablar sobre variedades lingüísticas o sobre variación en general? ¿Cómo definiríamos las variables lingüísticas dentro de una lengua y en cuáles situaciones aparecerían ellas? (Aquí, al hablar de una variable lingüística nos referimos a una unidad de la lengua que puede variar o que puede tener varias realizaciones dentro de un idioma. Esta unidad lingüística puede ser una palabra que se escribe o se pronuncia de maneras diferentes, puede ser una forma verbal, una expresión, o hasta algo muy sutil como un prefijo).

El concepto de norma lingüística ha existido desde la antigüedad, más bien, desde la aparición de la lengua escrita, lo que llevó a una necesidad de normativizar el idioma para poder ser entendido y transmitido de una manera más uniforme. La estandarización de la norma lingüística ha facilitado tanto la enseñanza de los idiomas, como su difusión a través de los medios de comunicación, que se ha convertido en un factor indispensable para su supervivencia.

La variedad estándar de una lengua constituye el medio de comunicación considerado más correcto que otras variedades locales. Tiene carácter convencional y es la que se difunde en las escuelas y en los medios de comunicación, dado que tiene un cierto prestigio dentro de esa comunidad de hablantes. De este modo, cualquier hablante tendría que intentar acercarse lo más posible a esta variedad estándar para poder hablar de una manera considerada “correcta”.

Los lingüistas y los investigadores se han preguntado a lo largo del tiempo, ¿por qué algunas variantes lingüísticas llegan a ser aceptadas por la norma estándar y otras no? Para poder explicarlo, pensemos un poco en lo siguiente: si un fenómeno cualquiera (una palabra, un giro, una forma verbal) llega a oírse con mayor frecuencia en los núcleos urbanos que tienen prestigio desde un punto de vista social y cultural, eso llevará a la extensión de ese rasgo o fenómeno a más capas sociales, incluso a la capa social más alta, lo que podrá facilitar la inclusión de ese rasgo en la norma lingüística estándar.

La idea de un centro cultural prestigioso no es nueva. De hecho, durante la época colonial había un único centro lingüístico, poderoso y prestigioso: la metrópoli, que dictaba la norma lingüística de los demás territorios colonizados. Poco a poco, los demás territorios de España también adoptaron esta norma impuesta por el núcleo prestigioso, poniendo sus propias variedades lingüísticas en segundo plano. Claro que, al tomar este modelo (de la forma “correcta” de hablar) ofrecido por el centro cultural, el castellano trasladado a todas estas regiones empezó a mostrar algunos rasgos dialectales, por interferencia con las hablas originarias de cada región. Este fenómeno puede parecer un poco complicado a primera vista, pero es muy fácil entenderlo si lo miramos de una manera lógica: primero tenemos ese centro lingüístico del que hablamos antes, que ofrece una variante del castellano que tiene un cierto prestigio en la sociedad. Es lógico que cada territorio quiera imitar ese modo de hablar para también gozar del mismo prestigio, ¿verdad? Pero lo que pasa es que cada territorio ya tenía su propia habla y su propio sistema lingüístico. Entonces, al imitar la norma lingüística, estas dos variedades lingüísticas (la que ya había en ese territorio y la otra que se intenta imitar) empiezan a mezclarse y así aparecerán interferencias lingüísticas entre las dos.

El paso del tiempo nos trae a la situación actual, donde ya no existe un único núcleo prestigioso, ya no existe ese imperio colonizador, sino muchas repúblicas independientes y comunidades autónomas, cada una con su foco lingüístico y cada norma con su propio prestigio. Muchos hablantes se dejan influir por el prestigio que tienen los medios de comunicación en masa (la radio, la televisión, la prensa, el cine). Todos estos medios de comunicación suelen tener sus sedes en las ciudades, es decir, en los núcleos urbanos que gozan de un cierto prestigio social, lingüístico y cultural. Por consiguiente, estos núcleos también influyen en la difusión de la lengua, imponiendo su norma lingüística urbana.

A la hora de considerar la variación lingüística en comparación con la norma estándar, es una tarea difícil establecer los límites generalmente aceptados de una o de la otra, dado el hecho de que siempre ha habido y siempre habrá un conflicto problemático entre estos dos conceptos. Todo idioma está en un proceso de cambio continuo. Las lenguas son vivas; no dejan de modificarse, no dejan de crear nuevas alternativas para lo que ya había en su vocabulario, y no dejan de encontrar nuevas formas de expresar lo mismo.

Cabe resaltar que el español también está sometido a cambios constantes, a lo cual se suma la complejidad de tener un extenso número de hablantes repartidos a lo largo y ancho del mundo, los cuales llevan experiencias, medios y antecedentes históricos, sociales y culturales muy diversos. La variación que vemos en el español actual es una representación de esta diversidad cultural y geográfica del idioma y de las culturas hispanas, y por eso, debemos hacer todo lo posible por preservarlo.

8 Responses to “Norma y variación lingüística en el español actual”

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